Con un pitcheo que alcanzó las 102.3 millas por hora, Aroldis Chapman no solo encendió los radares en el Fenway Park, sino que también inscribió su nombre en los libros de historia de los Boston Red Sox. El lanzador cubano se convirtió oficialmente en el pitcher con el lanzamiento más veloz registrado en la franquicia desde que comenzó la era del seguimiento de pitcheos en 2008, superando la marca anterior de Joe Kelly (102.2 MPH en 2017).
Apodado con justicia “El Misil”, Chapman sigue demostrando por qué es uno de los lanzadores más temidos del béisbol moderno. A lo largo de su carrera en Grandes Ligas, ha sido sinónimo de velocidad extrema y dominio en la loma. Esta nueva hazaña no solo habla de su potencia, sino también de su asombrosa consistencia a lo largo de los años. Pese al paso del tiempo y a los retos físicos que enfrentan los relevistas, Chapman continúa lanzando con la misma intensidad que lo caracterizó desde su debut en 2010.
Su llegada a Boston ha sido estratégica y efectiva. En un bullpen que necesitaba experiencia y fuego, Chapman ha aportado ambas cosas. Pero más allá del radar, su presencia transmite seguridad, intensidad competitiva y un conocimiento profundo del juego. Con múltiples selecciones al Juego de Estrellas, más de 300 salvamentos en su historial y un anillo de Serie Mundial, su legado como cerrador está más que consolidado.
Este nuevo récord en los Red Sox no es un simple dato curioso, es un recordatorio del impacto duradero de un lanzador que, a sus 36 años, sigue rompiendo moldes y lanzando fuego. Chapman no solo lanzó la recta más rápida del equipo en 16 años, también reafirmó que su carrera aún tiene combustible —y velocidad— de sobra