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Béisbol

La soledad del estadio de los Marlins evidencia la falta de apoyo local

Photo/Jonas Morel

En una ciudad vibrante, llena de cultura, pasión y una rica historia deportiva como lo es Miami, resulta difícil entender por qué el estadio de los Marlins sigue luciendo gradas vacías. A pesar de contar con una moderna instalación en el LoanDepot Park y un equipo que ha mostrado chispazos de competitividad en los últimos años, los Marlins continúan enfrentando uno de los retos más desconcertantes en las Grandes Ligas: la falta de apoyo de su propia afición.

Los números no mienten. Durante las últimas temporadas, Miami ha estado consistentemente entre los últimos puestos en asistencia a nivel de MLB. En muchos partidos, la imagen del estadio semi vacío ha dejado de ser una excepción para convertirse en la norma. Las cámaras enfocan más asientos azules que fanáticos con gorras y camisetas del equipo. El silencio en las gradas contrasta con la intensidad del juego en el diamante.

La pregunta que ronda entre analistas y fanáticos del béisbol es clara: ¿por qué Miami no apoya a los Marlins?

Algunos señalan la historia reciente del equipo, marcada por reconstrucciones eternas, ventas de figuras clave y falta de una identidad consistente. Otros mencionan que en una ciudad con tantas opciones de entretenimiento y una comunidad diversa, el béisbol simplemente no ocupa un lugar prioritario. Tampoco ayuda que las grandes estrellas que han pasado por el uniforme —como Giancarlo Stanton, Christian Yelich o José Fernández— no hayan logrado cambiar la narrativa a largo plazo.

Pero más allá de excusas o diagnósticos, la realidad es preocupante: un equipo sin respaldo local pierde fuerza en el campo y fuera de él. Las bajas asistencias afectan los ingresos, desincentivan a futuros inversionistas y, quizás lo más grave, debilitan el espíritu deportivo de una ciudad que se precia de tenerlo todo.

Los Marlins necesitan más que talento en el montículo o batazos oportunos. Necesitan una afición que los haga sentir en casa. Porque el béisbol, como cualquier otro deporte, se alimenta de la conexión con su gente. Y hoy, esa conexión en Miami está peligrosamente desconectada.

Es momento de que la ciudad decida si quiere ser parte del juego… o seguir observándolo desde lejos.

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